¿Qué sociedad civil puede estar detrás de un agente de la autoridad que dice a una menor de trece años: “no tienes cuerpo ni para puta”? ¿Qué escala de valores o qué elementos educacionales fundamentan la formación de un servidor público, provisto de casco, escudo y porra, que agrede de esta manera a una persona necesitada de manera básica de formación, de respeto y de identificación con códigos correctos de conducta social?
Ha tenido que ser en Valencia. Ha tenido que ser en una comunidad trufada de gobernantes corruptos, de maleantes, despilfarradores y arruinadores del erario público, donde la asistencia durante más de un mes a aulas sin calefacción, con temperaturas por debajo de cero grados, intentando aprender ciencias sociales abrigados con mantas, por falta de pago del combustible por parte de la autoridad “incompetente”, donde el fascismo soterrado de la cara.
Y donde se aprecien de manera notoria las dos varas de medir. Absoluta indulgencia y pasividad ante los mil y un casos de corrupción lacerante, obras faraónicas en consonancias con las comisiones cobradas, planes urbanísticos quebrados para enriquecimiento ilícito de unos pocos, de una clase política declarada “no culpable” por simple y aberrante degradación de la ley y la sociedad, y la agresividad extrema, brutal y sanguinaria con menores de edad, con unos derechos protegidos por leyes especiales de obligado cumplimiento por todos y que han sido apaleados, detenidos e insultados por el nacional-peperismo, parapetado en cascos, escudos y porras que pagamos todos.
He aquí el autoritarismo ante los focos. Había tantas primaveras que ahora ha llegado “la primavera valenciana”. El azahar perfumado de unos adolecentes, abocados a la rebeldía, por la falta de lo más elemental, y la imagen, el cliché clásico, de la violencia institucional armada, inútil, fascista y primaria.
Y la manipulación, el apoyo mercantil mediático de hurtar las informaciones y las imágenes, de ocultar la sangre en la cara de los niños y esconder la verdad que les incomoda. Una actitud que nos avisa. Sólo la rebeldía nos hará libres. Detrás del voto cuasi comprado, de la democracia de estéril formalidad, adocena por el chantaje neoliberal, está su verdadera imagen: el gorila militarizado, acartonado entre protecciones sin fin, que agrede con armas y verbo procaz, con desprecio absoluto a la infancia, a la adolescencia y a la vida. Y que nos está agrediendo a todos.
“No tienes cuerpo ni para puta”. No tenemos gobierno, ni democracia, ni valores, ni para que nos sirvan de grilletes. Ya sabemos a donde nos quieren dirigir. A la ajenidad a cualquier valor del intelecto o del espíritu. A la ley de la selva de un nuevo holocausto, en un impreciso lugar, entre el patrioterismo y la pura mierda, material y política.