Almudena Caso (1982) y Eva Sala (1974) son dos pájaras. Al menos es así es como ellas mismas se definen: mujeres, astutas y cautelosas. Son dos fotógrafas que han formado un microcoletivo, Las Cientovolando, para hacer fotografía social participativa. Tienen una amplia formación tradicional, de esa que parece que va al peso (licenciaturas, másteres, postgrados… ), pero, sobre todo, una gran formación humana, la que da viajar y conocer mundos diferentes al tuyo, aunque estén sólo a metros de distancia.
Por separado, tanto Almudena como Eva llevaban tiempo realizando proyectos sociales en los que la fotografía era una herramienta de integración y de colaboración. Como Las Cientovolando realizan trabajos con la Fundación Once, la Fundación Telefónica o el Festival 10 Sentidos de Arte e Integración.
http://www.cientovolando.org/ |
Sus talleres se dirigen a muy diferentes colectivos, como personas con discapacidad visual, discapacidad intelectual, mujeres víctimas de violencia machista… o jóvenes, artistas y cualquier persona que busque fomentar su creatividad. En ellos buscan favorecer procesos de desarrollo personal, incentivar el pensamiento crítico mediante la expresión y hacer que la creación artística sea un acto cotidiano al alcance de todos. También dar visibilidad a estos colectivos y su realidad, haciéndolos protagonistas de su propio trabajo, cediéndoles la cámara. Intentan promover la integración a través de grupos de trabajo mixtos, favorecer la igualdad y, en definitiva, utilizar la fotografía como herramienta de transformación personal y social a través de lo lúdico.
¿De dónde os surge esta inquietud por la fotografía social?
Almudena: Surge de una crisis creativa, pero no con el mundo del arte sino del fotoperiodismo o del reportaje, tras estudiar fotografía desde los 18 a los 25. Un conflicto personal que me lleva a preguntarme cómo puedo ir yo a contar la historia de una persona en un lugar si me son extraños, si tengo una visión muy sesgada de lo que está pasando. Desde que la fotografía nace, la visión que tenemos del mundo viene condicionada por la imagen. Y esta visión es etnocentrista (Europa) y antropocentrista (el hombre blanco). De ahí la fotografía sobre circos humanos, o las curiosidades sobre pigmeos… Eso genera un discurso. Yo me planteaba que, si hacía un reportaje, estaría colaborando con esa visión del mundo. Como experiencia personal, puede ser maravilloso ir a hacer un reportaje a Serbia o a Tudela. Pero mi visión siempre sería muy sesgada, especialmente en temas delicados. Entonces, empecé a pensar que era más interesante dar las cámaras a las personas. Y descubrí que había un trabajo en esta dirección y una metodología que la sustenta desde las ciencias sociales, no desde la fotografía… Después, tuve la oportunidad de trabajar con una antropóloga en Nicaragua. y me planteé muchas cosas. Si yo voy allí, voy a ver pobreza. Pero si le doy la cámara a los niños, ellos nos enseñarán otra cosa, nos enseñarán su cotidiano. Y les daremos voz.
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