A setecientos metros. Lucha contra las entrañas de la tierra. A veces
carbón, a veces luto. Ayer el dragón se alimentó de seis cuerpos
generosos e hirió a otros cinco. Es la lucha por la supervivencia en
pleno siglo XXI.
Sólo quiere ser minero quien no puede ser otra
cosa. El sudor, el dolor, el esfuerzo, el peligro, todo por subsistir.
Porque no hay otra cosa, porque sólo se puede ser minero. Si naces en
esos pueblos de las cuencas mineras, estás destinado a ser carne de
carbón.
Mucha
técnica, sofisticadas alarmas para prevenir lo imprevisible. Pero
siempre menos de las que se deberían. Los recortes también llegan a las
minas. Porque los recortes son EREs, mayores esfuerzos, menos sueldos,
seguridad: la justa.
Hay que ganar dinero como sea. A costa de
todo. Las empresas tienen que ganar dinero aunque sea alimentándose con
sangre. Tierras olvidadas donde solo hay una salida: tirarse al pozo del
carbón.
Ayer, un ayer cercano, esta gente vivía momentos
reivindicativos acechados por la amenaza de quedarse sin nada, también
sin carbón. Y se levantaron, como se levantan los mineros, al unísono y
con fuerza, y lucharon como luchan los mineros, con intensidad y con
constancia. Pero el gobierno pepero aguantó, siguiendo los pasos de su
patrona Santa Margaret Thatcher, se mantuvo firme.
Y prefirieron
verles extenuados para poder firmar con ventaja, un mal acuerdo. Y los
mineros volvieron a sus minas, a su única posibilidad de salvarse junto a
sus familias. Porque no tienen ninguna otra alternativa. Y el gobierno
lo sabe y lo consiente y lo estimula. No quieren héroes, quieren
vencidos.
Gente valiente, mineros, mujeres, familias enteras
demostraron que la dignidad es su lema, hasta que morían de hambre.
Mientras que se levantaban calumnias vergonzosas contra ellos. El
gobierno y sus voceros correveidiles, saliendo de nuevo del Paleolítico,
volvieron a decir que eran gente privilegiada, con grandes sueldos, con
jubilaciones muy anticipadas. Vamos un chollo, porque morirse, según
quien, para ellos es un chollo. Otra forma de hacer otro ERE.
Hoy
toda España de bien, llora carbón. Ese carbón que, a menudo, consume
vidas. Ese carbón que es el único alimento de comarcas enteras que no
han podido elegir. Geografía donde sólo hay carbón, donde ningún
gobierno ha querido apostar por otras vías, por otras inversiones que
generen trabajo.
Y
el ministro Soria les negó el pan y la sal, lo que da a otros sectores
económicos, a la agricultura, al automovil, a la banca. A ellos, nada o
casi nada. Cuatro años de prórroga antes de la muerte, y luego… Luego
Dios proveerá, pensó el ministros cristiano.
Mientras, ese mismo
gobierno, dejó de apoyar y comenzó a gravar las energías alternativas,
las que podrían sustituir al carbón. Y entonces… ¿Qué nos queda para el
futuro? La dependencia energética absoluta, y, también del carbón.
Porque el hecho de que quiera acabar con el carbón en España no quiere
decir que no se siga importando carbón de minas esclavistas –donde
trabajan niños— de Colombia, varios países de África y de Polonia.
Es
la política del pan para hoy y hambre para mañana. Pero ¿qué les
importa el hambre de los mineros? ¿Qué les importa su muerte? Ahí está
el ministro Soria, que anuncia por todos los medios, después del
accidente, que se va a León. Y sí, se fue a León. A León capital, a
decir que se ponga en marcha una investigación. Y, sin embargo, no es
capaz de acercarse a la cuenca minera. Porque le importa un pito las
víctimas del carbón, él prefiere otras víctimas. Y además, tiene miedo
de que le reprochen sus decisiones viles de hace bien poco.
Hoy,
veo todavía a esos mineros entrando en Madrid, cansados, sudorosos,
preocupados, pero con la frente alta, con dignidad, con vergüenza,
porque no quieren rendirse, porque quieren seguir trabajando aunque sea
de mineros, que es lo único que saben y tienen.
Hoy puedo verles
dar explicaciones en los medios, con lágrimas en los ojos, con la voz
balbuceante, con rabia sin explotar, tragándose sus miserias y llorando a
esos compañeros que ayer estaban con ellos. Mientras tanto, ¿dónde está
Soria?
Hoy el grisú nos ha dejado con seis compañeros menos. Y
pensamos en seis familias que lloran sin consuelo. Hoy todos estamos de
luto. Todos no. Porque esos hipócritas que ayer hablaban de trabajo con
privilegios y de empleos favorecidos, deberían esconderse, desaparecer.
Pero no, seguro que están ahí, y con la indignidad del falsario y del
oportunista, darán el pésame desde donde estén. Eso sí, alejados del
problema, alejados de las minas, desde sus despachos bien decorados,
lejos del grisú y de los mineros. Lejos, muy lejos, no vaya a ser que se
manchen de carbón.
Salud y República.
font: Kabila- Llorar carbón